sábado, 19 de mayo de 2012

Quizás esta noche no sea como las demás.

Mi casa está vacía, como única compañía tengo a Led Zepp y su famoso Stairway to Heaven, no podría estar más a gusto. Miro por la ventana con la ilusión de ver alguna estrella, más no hay nada, el cielo está oscuro. Apago la luz de mi habitación y me tiro en la cama, tarareo una frase de la canción y vuelvo a enmudecer. Mientras sigue sonando la canción te recuerdo, te tengo aquí, a mi lado. Cierro los ojos y puedo verte, puedo sentirte, puedo olerte... 
Puedo ver tus ojos frente a los míos, tu nariz rozando la mía, tu boca a tres centímetros de la mía y tus manos entrelazadas con las mías. No necesito que me hables para saber que estás ahí, no necesito que me beses tampoco, solo que estés ahí, que no te marches. Sonríes y yo me muerdo el labio inferior. Siento algo en el estómago, una sensación alegre. Me miras y te siento aquí, estoy convencida de que si abro los ojos sigues ahí, mirándome. Entra una brisa por la ventana y me estremezco. Vas a abrazarme, ¿por qué no lo haces?
Algo no marcha bien, escucho la lluvia fuera y a ti ya no te tengo a escasos centímetros de mi. Se me nubla la vista, tú ya no estás, ni tampoco tu olor ni tu halo. Quiero gritar pero no puedo, abro los ojos que, llenos de angustia, te buscan por cada esquina de la habitación. Entonces sucede, sin yo poder hacer nada desapareces, dejando un puñal en mi pecho y lágrimas en mis ojos. Aprieto los dientes y cierro los puños, mientras un solo de guitarra recorre todas y cada una de mis venas. Me encojo y sigo cantando lo que queda de canción mientras lloro, no puedo evitarlo. Y es en el preciso instante en el que acaba la canción, en el que me pregunto si mataría o no porque estuvieras aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario